lunes, 27 de noviembre de 2017

Bendiga Dios la pródiga tierra en que nací...



Se cuenta una anécdota en las memorias del escritor hondureño Froylán Turcios en donde allá por el año de 1,893 el país vivía momentos turbios y caóticos, se trataba de una guerra civil que enfrentaba a tropas armadas, por una parte a los rebeldes del político Policarpo Bonilla liderados por él mismo y las otras por las del gobierno interino a cargo del General Domingo Vásquez. En Tegucigalpa se vivía momentos tensos y llenos de incertidumbre pero la armada del gobierno estaba siempre lista para darle su castigo a todo aquel que se opusiera al gobierno, incluyendo el sólo hecho de intentarlo. El escritor cuenta que él cursaba sus estudios secundarios cuando le tocó vivir algo en carne propia; un fusilamiento. Los militares del general Vásquez habían capturado a nueve presuntos traidores y luego de que le sugirieran que fueran fusilados, el mismo gobernante dijo que se hiciera la ejecución pero no en Tegucigalpa sino en la ciudad gemela de Comayagüela, “al otro lado del río” como se referían. El joven escritor ve que los humildes sentenciados iban hasta encadenados, cansados y heridos y los llevaban a ejecutar frente a la iglesia de la Concepción (la que sigue en pie aún hoy frente al parque “La Libertad”) Froylán reconoce a uno de los presos como trabajador de su familia, mismo que también lo reconoce a él y le ruega que vaya a interceder por él porque no es un traidor y sin dudarlo el escritor corre cruzando el puente Mallol hacia la Casa de Gobierno, que en esa época estaba en donde se conoce hoy la ubicación del Congreso Nacional, el joven logra hablar con el gobernante y le ruega por el hombre diciéndole que es inocente y que lo conoce porque trabaja para su familia. El general se asombra por el valor del muchacho más que por la osadía y le dice que es un joven valiente, inteligente y que sin duda llegará a ser un gran intelectual pero que en la política jamás prosperaría porque tenía un gran corazón. Con cinismo el militar se atreve hasta a ofrecerle unas jaleas como si con eso el chico se iba a conformar, pero no iba a hacer nada más, decepcionado Froylán regresa corriendo a Comayagüela sólo para presenciar la ejecución de estas personas que al sonido de las armas que dispararon y ante sus gritos pidiendo clemencia, cayeron abatidos. Esas anécdotas sobre guerras, matanzas, sangre y muerte marcarían la vida del joven y naciente escritor.
Dado al ambiente político que vive Honduras recordé esta anécdota y me estuvo dando vueltas en la cabeza ayer, y no sólo esta. El escritor Juan Ramón Molina también vivió en carne propia las mieles y amarguras de la política, que decepcionante es servir a cierto candidato durante la búsqueda del poder, pero que cuando ya es presidente la más mínima expresión (como delirio de persecución) se lo toman muy personal y son capaces de darte la patada luego de decirse amigo (cualquier parecido con la realidad no es coincidencia siempre lo digo) y esto mismo le pasó al escritor cuando su dizque amigo (don Terencio Sierra, elegido presidente) mal interpretó unas palabras del escritor empezando su mandato (unos dicen que fue discurso, otros que fue artículo escrito en un periódico) y luego como castigo a la insolencia, lo mandó a picar piedra allá por la carretera para el sur, pero que dulce es cuando puedes desquitarte, cuando hay que invertir los papeles y cuando si hay alguien que valore tu profesión, (don Manuel Bonilla, siguiente presidente) todo esto quedó plasmado en las memorias del también escritor y cualquiera lo puede saber. (Para quienes me leen y no son hondureños les diré que Juan Ramón Molina y contemporáneo y amigo también de Froylán, es nuestro máximo representante literato en poesía, fue amigo también del nicaragüense Rubén Darío con quien parecía ser alma gemela en cuestión de letras.)
Bueno, pero dejemos ya a los escritores descansar en paz, lo que me hizo escribir este artículo es que como hondureña algunos se preguntarán (quienes me conocen como autora) el por qué no me he pronunciado con respecto a la delicada situación de mi país. No es que sea de palo, no soy indiferente, como ciudadana me afecta porque vivo bajo el cielo de mi patria pero como siempre soy la mancha negra en la familia; simplemente tengo tendencia a ser apolítica.
Pero no de manera radical.
Les cuento desde el principio.
Mi familia (desde que tengo memoria) ha estado dividida por partidos políticos y equipos de fútbol, ¿creen que es bonito crecer así? Para nada, es un completo hastío, lo que ellos quieren que ames lo terminas odiando porque quieren imponértelo, ¿se imaginan las parejas así? Existen, mis padres, mis abuelos y supongo que mis bisabuelos y también los padres de ellos. Si bien en la historia de Honduras hay “Bustillos” en la política, les diré que yo nada tengo que ver y no creo descender de ellos porque como dije esos temas no me van, no es algo que lleve en la sangre, me provocan un aburrimiento extremo. Si las reuniones familiares van a basarse en eso mejor declino o termino dejándolos a todos en su discusión, es que simplemente no la tolero, ni política ni fútbol. (A menos que éste último sea del Mundial, esos si tienen mi atención.)
Los partidos políticos más fuertes en Honduras han sido el Nacional (azules) y el Liberal (rojo) entonces me cuentan que mi bisabuelo cuando se ponía con sus tragos lo que más le encantaba gritar era “Viva Tiburcio Carías Andino” (estando lúcido no sé si seguía en lo mismo) por lo tanto mi abuelo (el hijo de él) tenía su inclinación por el partido Nacional en cambio mi abuela era Liberal y lo fue hasta su muerte, para ella el presidente de su corazón fue don Ramón Villeda Morales, el que llamaban “pajarito” cuyo mandato fue entre el 57 y el 63. Mi abuela era tan devota de este señor que cualquier estatua o busto de él iba a limpiarla con tanto esmero y cariño como quien limpia con cuidado el más fino cristal. Tenía un cuadro de él en la sala de la casa y poco le faltó ponerle altar y velas, pero se respetaba su gusto y era mejor no discutir. Mis padres heredaron lo mismo, uno azul y el otro rojo, mis tíos entre azules y rojos y seguidores del partido de sus amores hasta el grado de hacer carnavales y llegando a ser alcaldes y diputados, pero yo no veo “colores” si me visto de azul no significa que sea nacionalista y si me visto de rojo no es porque sea Liberal, si he de opinar yo me enfoco en la persona porque tampoco soy ajena a lo que pasa en mi país. Desde que cumplí mi mayoría de edad y decidí ejercer el sufragio lo hice por la persona que me parecía mejor en ese momento no por colores, desde hace años atrás así como he votado por liberales lo he hecho también por nacionalistas, yo no sigo partidos, me enfoco en la persona y eso no me impide decir algo de X o Y partido como tampoco descarto en un futuro formar parte de alguno y trabajar para el mismo pero vuelvo a decirlo no por un color sino por la persona que lo representa porque eso es lo que en realidad vale.
Como ya muchos sabrán Honduras está en la mira internacional por este extraño proceso electoral de este año, si bien es cierto se demostró el civismo y hubo mucha seguridad, pero como muchos también ando desvelada, eran la una de la mañana y los señores del Tribunal Supremo no decían ni pío, (y siguen sin decir nada) yo le dije a mi mamá “nos va a llegar la Navidad aquí y yo ya no aguanto el sueño” (aclaro que si mis noches no las ocupo para escribir Morfeo me visita pasadas las diez) eran las doce y yo me sentía drogada. Me pareció una falta de respeto hacia el pueblo hondureño y una desconsideración hacia el gremio periodístico que poco les faltaba ser zombies sin dejarse vencer por el cansancio, sin mencionar toda la gente que colaboró en las mesas de los diferentes centros a nivel nacional. Fue una jornada extenuante de más de 26 horas seguidas que incluye hasta a los mismo políticos, entiendo que ellos mismos (los del Tribunal y observadores) deben estar super agotados, pero lo que han hecho los tiene en la mira y ahora Honduras puede caer en el desprestigio porque esto no había pasado antes y genera demasiadas dudas y sospechas.
De más está agregar algo en cuanto a las opiniones sobre los candidatos, o quien ganó y perdió, o en cuanto a quien lleva la delantera por muchos miles de votos de diferencia, o quiénes serán los alcaldes y diputados a nivel nacional, yo no voy a opinar nada más porque lo único que resta es esperar la última palabra del Tribunal Supremo y que Dios agarre confesada a Honduras, como le decía ayer a una tía “siempre he votado y jamás he trabajado para ningún gobierno ¿qué más da lo que yo haga o deje de hacer?” Si bien es cierto que cada quien marca la diferencia pero también en cuestiones políticas hay que tener sensatez y respeto, independientemente de quien sea la persona. Espero que llegue el día en que se me dé la oportunidad, aunque sea una plaza de meses para así decir si vale la pena o no trabajar para un gobierno o hacerlo para una empresa privada porque total, los empresarios deben amoldarse al de turno. A ver si no me dicen lo del general y por creerme “novelista” (como me dijo hace unos años un periódico) no me salgan con lo mismo de que puedo tener futuro en las letras, pero jamás en la política, lo acepto, puede ser. Me duele ver tantos comentarios ofensivos, soberbios, tantas faltas de respeto, todos son dimes y diretes, insultos hasta el copete, nadie aguanta la menor insinuación y es una guerra campal en las redes sociales, como bien dice Arjona “Las ideologías dividen al hombre” y la pregunta vergonzosa surge ¿estos son los hondureños? ¿Así es Honduras? ¿Es así como se defiende una soberanía? Todos somos hijos de la patria, todos somos hermanos por nacionalidad, todos somos Honduras, ¿Por qué odiarnos? Tengo tantas preguntas que mejor me las reservo.
Ante este ambiente tenso y de incertidumbre ante el nuevo amanecer y por amor a mi país yo sólo puedo rogarle a Dios que se haga su voluntad y murmurar la oración del hondureño que escribió Froylán Turcios: “Bendiga Dios la pródiga tierra en que nací…”









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